La carga invisible - Comunidad Valenciana
Jubilación anticipada
La carga invisible
Reconocimiento
Seguimos vinculando las condiciones de extrema dureza laboral a profesiones asociadas histórica y tradicionalmente al género masculino
Enfermería históricamente es una profesión feminizada. Casi el 86% de las personas que integran esta profesión son mujeres. El papel de la enfermera, en su faceta de la prestación de cuidados a las personas, históricamente ha sido desempeñado por mujeres, llegándose, incluso, a considerar hasta hace un par de décadas denigrante su ejercicio para los hombres.
Seguramente, debido en gran parte a este hecho, la Enfermería como profesión no existió durante cientos de años. El eje central de la profesión enfermera es el cuidado, y este ha sido desempeñado de manera “natural” por las mujeres y en el ámbito de lo privado y lo doméstico.
En nuestro modelo educacional y social, la diferenciación en el trato entre mujeres y hombres, va forjando los distintos roles atendiendo al sexo e infiriéndoles aspectos propios de cada uno relacionados con las expectativas, los valores, las cualidades y las destrezas que dirigirán por diferentes caminos a hombres y mujeres.
Tradicionalmente, la vinculación de Enfermería con el acto de cuidar, incluye factores determinantes que conectan directamente con su condición de mayoría femenina y con los roles de género asociados a la mujer.
Desde esta posición, es más fácil entender que la enorme dureza psicológica que conlleva el cuidado profesional de las enfermeras, el estrés, el agotamiento emocional, así como el resto de factores inherentes a la profesión, permanezcan silenciados aún en nuestra sociedad.
Por lo tanto, la invisibilidad de los cuidados que no son puramente técnicos pueden dificultar el análisis y conocimiento de las cargas de trabajo que tienen las enfermeras.
Seguramente, debido en gran parte a este hecho, la Enfermería como profesión no existió durante cientos de años. El eje central de la profesión enfermera es el cuidado, y este ha sido desempeñado de manera “natural” por las mujeres y en el ámbito de lo privado y lo doméstico.
En nuestro modelo educacional y social, la diferenciación en el trato entre mujeres y hombres, va forjando los distintos roles atendiendo al sexo e infiriéndoles aspectos propios de cada uno relacionados con las expectativas, los valores, las cualidades y las destrezas que dirigirán por diferentes caminos a hombres y mujeres.
Tradicionalmente, la vinculación de Enfermería con el acto de cuidar, incluye factores determinantes que conectan directamente con su condición de mayoría femenina y con los roles de género asociados a la mujer.
Desde esta posición, es más fácil entender que la enorme dureza psicológica que conlleva el cuidado profesional de las enfermeras, el estrés, el agotamiento emocional, así como el resto de factores inherentes a la profesión, permanezcan silenciados aún en nuestra sociedad.
Por lo tanto, la invisibilidad de los cuidados que no son puramente técnicos pueden dificultar el análisis y conocimiento de las cargas de trabajo que tienen las enfermeras.
La dureza de las condiciones laborales de las enfermeras permanece invisible y pasa desapercibida sin reconocimiento alguno
Contribuye a ello el hecho de que, a día de hoy, sigamos vinculando las condiciones de extrema dureza laboral a profesiones asociadas histórica y tradicionalmente al género masculino, en las que se ponen especialmente en valor el trabajo en entornos hostiles, la dureza física y/o la peligrosidad, y que sí han obtenido beneficios en atención a estas condiciones laborales.
Sin embargo, sigue permaneciendo invisible la enorme carga psicológica y emocional que supone el contacto permanente de la profesión enfermera con el sufrimiento, la enfermedad y la muerte.
Se infravalora la dureza de estas situaciones y las consecuencias que provocan en la salud de las y los profesionales, no viéndose en ningún caso reconocida como profesión penosa, peligrosa, tóxica e insalubre a pesar de reunir todos estos requisitos que recoge la OIT.
Sin embargo, sigue permaneciendo invisible la enorme carga psicológica y emocional que supone el contacto permanente de la profesión enfermera con el sufrimiento, la enfermedad y la muerte.
Se infravalora la dureza de estas situaciones y las consecuencias que provocan en la salud de las y los profesionales, no viéndose en ningún caso reconocida como profesión penosa, peligrosa, tóxica e insalubre a pesar de reunir todos estos requisitos que recoge la OIT.